Wall Street y la IA: tres razones para estar atento a las tecnológicas
El mercado está generando mucha conversación últimamente, especialmente cuando hablamos de empresas tecnológicas y sus valuaciones. El índice S&P 500, un termómetro de las acciones más relevantes en EE.UU., está mostrando un múltiplo de 22,2x en términos de precio/utilidad. Esto no solo supera su promedio histórico, sino que se acerca a las marcadas 23,2x de finales de los años 90, justo antes de que se desatara el colapso de las “punto com”.
Este alto múltiplo está creando una percepción de que los precios reflejan expectativas de ganancias muy optimistas, difíciles de mantener a largo plazo. Así lo comenta Jorge Ángel Harker, analista de Adcap Grupo Financiero, quien destaca que muchas empresas de inteligencia artificial están sobrevaloradas. De hecho, subraya que “toda la tecnología está cara” y anticipa que esto podría empeorar. Para él, “estamos sembrando las bases de una burbuja”.
La concentración en pocas empresas
Harker también profundiza en que la inteligencia artificial está dominada por un pequeño grupo de compañías, siendo Nvidia la más relevante, con la mayor capitalización de mercado del mundo. Él menciona un curioso círculo de inversiones entre Nvidia e Intel, preguntándose si esto podría asemejarse a otras burbujas de la historia. Aunque reconoce que estas transacciones son legales, las ve con cierta crítica por el flujo de dinero que generan entre gigantes tecnológicos.
Por otro lado, el analista Martín Cordeviola resalta que Nvidia representa el 8% del S&P 500, un peso histórico sin precedentes. Combinada con otras grandes como Apple, Microsoft y Amazon, estas cuatro empresas concentran 25,5% del valor total del índice. Durante el último año, las llamadas “Siete Magníficas” de Wall Street —que incluyen a las mencionadas y a Google y Tesla— han sido responsables de casi toda la ganancia del S&P 500. Esta falta de diversidad, advierte Barragán, tiende a aparecer en las etapas finales de ciclos alcistas, cuando los inversores tienden a enfocarse en las historias más atractivas y olvidan diversificar.
El panorama se complica aún más con la narrativa casi mesiánica alrededor de la IA. Muchos inversores, a menudo sin discernir, están volcando grandes sumas hacia el sector, lo que contribuye a esa sensación de burbuja.
Las inversiones récord y su peso en la economía
Otro aspecto que inquieta a los inversores es el disparo del gasto en capital de las empresas hacia la IA. Se habla de que están invirtiendo colectivamente cerca de u$s125.000 millones. Solo en este trimestre, se anunciaron inversiones por u$s400.000 millones en EE.UU. Harker se pregunta si este patrón no recordará a la burbuja de los 90, cuando el gasto en tecnología impulsó una significativa subida en la inversión no residencial.
Las cifras son sorprendentemente similares a las de hace tres décadas, cuando el gasto en infraestructura tecnológica creció del 3% al 4,5% del PBI en solo cinco años. Si bien los márgenes de ganancias de las empresas tecnológicas alcanzaron picos en 1998, el ritmo de inversión desmedido provocó un desequilibrio que muchos temen que vuelva a ocurrir.
Las diferencias con el pasado y lo que viene
Harker argumenta que esta situación es más emocional que financiera. Reflexiona sobre cuántas ideas brillantes se perdieron tras la burbuja de 2001 y destaca que, aunque las expectativas actuales son altas, el nivel de endeudamiento es mucho menor que en la década pasada. Esto hace que, actualmente, el apalancamiento no sea tan preocupante. Aún así, advierte que el verdadero riesgo aparecerá cuando las empresas dejen de generar caja.
Barragán complementa que muchas inversiones han sido financiadas con flujos de caja y no con deuda, lo que les otorga mayor estabilidad en comparación con los años 90. Sin embargo, la concentración y las elevadas valorizaciones actuales dejan mercado en una posición vulnerable ante cualquier noticia desfavorable.
Cordeviola destaca que esta concentración de la IA en pocas manos podría ser vista como algo positivo, a diferencia del auge de las “punto com”, donde había una gran dispersión entre actores exitosos y fracasos. Pero más allá de si estamos o no frente a una burbuja, lo cierto es que el mercado parece estar descontando un futuro casi perfecto, lo que lo convierte en un terreno minado.